43 años del empoderamiento de las madres…

Por Álvaro Agostini y María López Para (H.I.J.O.S. Jujuy).Un día como ayer, pero de 1977, se producía por primera vez en nuestra historia la mítica “Ronda de las Madres de Plaza de Mayo”. Un hito que marcaría la realidad política de nuestro país hasta la actualidad.

En estos 43 años las rondas se han convertido en un contundente mensaje en contra de cualquier vulneración de los derechos humanos y un imponente grito por más Memoria, Verdad y Justicia.

Así comenzó todo…

El 24 de marzo de 1976 se instauró en Argentina un golpe de Estado que dio inicio a una de las etapas más cruentas de nuestra historia, el autoproclamado “Proceso de Reorganización Nacional”.

Esta forma de gobierno, que se caracterizó por establecer un nuevo modelo económico basado en el vaciamiento del Estado y el endeudamiento, llevó adelante una política de terror basada en un plan premeditado a través del secuestro, la tortura, las ejecuciones y la desaparición forzada para disciplinar o eliminar de manera ilegal y sistemática a miles de ciudadanos que concebían un modo diferente de gobierno, un país y un mundo más justo, contrario al régimen militar.

Ante este hostil contexto, no tardaron en aparecer los reclamos de familiares de víctimas de secuestro que al no tener conocimiento sobre el paradero o la situación de sus hijos, comenzaron a recorrer todas aquellas instituciones del Estado en las que podrían encontrar respuestas. Así fue como un grupo de mujeres, madres de jóvenes que faltaban en sus hogares comenzaron a conocerse, dialogar, organizarse y, posteriormente, desafiar al Gobierno genocida capitaneado por el represor Jorge Rafael Videla.

Al principio, para hacer frente a este panorama, las madres se autoconvocaron y organizaron en pequeñas reuniones en lugares públicos que, poco a poco, fueron sumando adhesiones hasta que un 30 de abril de 1977, tomaron la decisión de comenzar a reunirse en Plaza de Mayo, un lugar ubicado frente a la Casa Rosada que ya constituía en ese momento, un espacio simbólico de lucha donde se efectuaban numerosas manifestaciones políticas.

El entonces Gobierno castrense que en su inicio ya había prohibido las reuniones en grupos, pudo percibir esta estrategia y decidió prohibir la permanencia prolongada en la vía pública de más de dos personas, de esta manera implementó una política de amedrentamiento contra las Madres. Hecho ante el cual, las Madres de la Plaza, con una lucidez y espontaneidad que sólo puede ser motorizada por el amor, dieron inicio a sus míticas rondas, símbolo de libertad, dignidad y entereza. Luego, en octubre de ese año, empezaron a usar un pañuelo blanco en la cabeza para reconocerse, estaban hechos de tela de los pañales que se usaban para bebés, representando así a sus hijos desaparecidos. Ese pañuelo se convirtió en su emblema, en su escudo y en su fortaleza.

En ese marco represivo era necesario tener coraje, las Madres buscaron incansablemente resortes legales y públicos: recurrieron a habeas corpus, marchas semanales, presentaciones a delegados extranjeros, pedidos a organismos internacionales y religiosos, en todo momento fueron amenazadas y violentadas. La jefatura militar dispuso una constante persecución, incluyendo secuestros y desapariciones de las propias madres, aun así, hasta hoy, se hicieron más de 2 mil rondas desde aquel momento.

Este grupo de mujeres, al que el gobierno de facto las llamó las locas de la plaza, locas de amor por sus hijos, como dicen ellas, atravesaron la historia con el nombre de “Madres de Plaza de Mayo”.

Las Madres y Familiares en Jujuy*

Al interior del país, procesos similares se iban llevando adelante, para este periodo las mujeres que vivían en otras provincias al principio se juntaban y realizaban reuniones en sus casas. Pero cuando la presencia de las madres de la capital del país se hizo conocida pasando de boca en boca, las del interior empezaron a salir.

Por ejemplo, las madres de Mendoza marchaban a las once para que las vieran las personas que iban al banco; las de Tucumán a las seis por el calor; las de Neuquén una vez por mes en la plaza central y las de La Rioja los jueves.

En Jujuy, a fines de 1976 muchas de las mujeres que tenían algún familiar detenido-desaparecido empezaban a reconocerse, según cuenta Inés Peña, referente de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos de Jujuy: “Varias mujeres nos encontrábamos en las comisarías, en cercanías del RIM 20, algunas deambulábamos por la cárcel de Jujuy para saber algo. De casualidad y con mucho miedo, en voz bajita, y por intuición, la mayoría de las veces nos acercamos a otras mujeres, con el rostro cargado de dolor y angustia y le preguntamos con la mirada… si, somos compañeras de infortunio… cargadas del mismo dolor y pesar… Así fueron nuestros primeros contactos… Apresuradas regresábamos a nuestros hogares a llorar”.

Este puñado de mujeres eran Enriqueta Herrera de Narváez, Azucena Iriarte, Dalmira Quival de Luna, Guillermina Castro de Villada, María del Carmen Ovando de Burgos, Laura Palavecino de Vilte, Olga Graciela Ovalle de Bazán, Arminda Maurín de Cruz, Camila Ríos de Alcoba, Secundino Álvarez, Juana Bisdorff de Ranzoni, María Elva Rivera de Aragón, Nélida Torfe de Sapag, Hilda Aramayo de Díaz, Adriana Vallejos Reyes, Amanda Elena Murillo de Carrazana, entre otras.

Empezaron a reunirse de forma clandestina, comenzaron a escribir los primeros hábeas corpus sin ningún abogado que las represente, muchas veces copiaban el modelo del mismo que otra madre o esposa tenía para presentarlos en el Juzgado Federal o donde les decían, sigue recordando Inés.

Por su parte, Nélida Pizarro de Fidalgo, en un texto inédito expresa: “Poco a poco rompimos barreras y, en las colas, surgieron las preguntas: “¿…y vos a quién tenés detenido?”. Sin banderías políticas, cada presa/o pasó a ser preso de cada uno de los presentes y seguimos encontrándonos en la puerta de la cárcel, compartiendo angustias (…)

También, sin banderías políticas, pasamos a ser Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos con las consignas “Aparición con vida” y “Con vida los llevaron, con vida los queremos”.

Enriqueta y Juana viajaron a Tucumán en septiembre de 1979 para denunciar ante la CIDH y la OEA las desapariciones, cuando llegaron a la terminal de madrugada se encontraron con Azucena a quien reconocieron como compañera de búsqueda y juntas se resguardaron en una confitería.

Las denuncias de los organismos internacionales mencionados se recibían en el hotel Versailles, al amanecer las tres mujeres jujeñas se colocaron en la larga fila.

Aurora Orozco, madre de Jhonny Vargas Orozco quien permanece desaparecido, se contactó con Ana María Medina de Díaz, una tucumana que militaba en el MEDH y que propició que los familiares de detenidos comiencen a juntarse.

Fue así que se realizaron las primeras reuniones de Madres y Familiares de detenidos-desaparecidos de Jujuy en Libertador General San Martín, después en casa de Enriqueta y luego iban rotando.

Un 10 de diciembre de 1982, María Adela Gard Antokoletz vicepresidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo y Eduardo Galleti integrante del CELS llegaron a Jujuy para conmemorar el día de los Derechos Humanos, y se realizó una marcha por las calles céntricas de Jujuy, las mujeres jujeñas también llevaban pañuelos blancos en sus cabezas y fueron acompañadas por muchos jóvenes, esa fue la primera vez que se mostraron juntas públicamente y desde ese día incansablemente siguen en la búsqueda de la Memoria, la Verdad y la Justicia, muchas de ellas partieron de este mundo pero han dejado como legado todos los atributos de lucha, entereza, fortaleza y amor indeclinable por nuestros desaparecidos.

A lo largo de sus 43 años las Madres llevaron a cabo todo tipo de iniciativas para difundir y continuar con los sueños de sus hijos: boletines, periódicos, revistas, construyeron una universidad, hospitales, escuelas, barrios, bibliotecas. Hasta el día de hoy continúan dando cátedra de solidaridad y lucha contra las injusticias. La odisea de las Madres no encuentra parangón en el mundo y es ejemplo vivo que ha de servirnos para no aflojar en la pelea por el mundo que soñaron nuestros treinta mil.

*Información y datos extraídos del libro de Reynaldo Castro “Con vida los llevaron”.

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