Argentina 2035: ¿Hacia una disolución silenciosa del Estado?

«Cuando la patria está en peligro todo está permitido, excepto no defenderla» ya lo decía San Martín. Por Carlos Catacata.

Por estos días, los ojos están puestos en la crisis del Hospital Garrahan, donde médicos residentes formados durante años perciben salarios que resultan insuficientes frente al costo de vida actual. Lo que para muchos parece un dato más en la tormenta de la devaluación del peso argentino, es en realidad el síntoma de algo mucho más profundo: la ejecución silenciosa de un plan para desmontar el Estado tal como lo conocimos.

El propio ex ministro de Salud, Adolfo Rubinstein, no dudó en denunciarlo: “los residentes cobran salarios ridículamente bajos”. Pero más allá de los sueldos, lo que está en juego es el futuro del país.

El verdadero plan: desmantelar el Estado-Nación

El ajuste económico que impulsa el gobierno de Javier Milei no es un fin en sí mismo. Es apenas una herramienta de un plan más amplio: la desarticulación de la Argentina construida sobre la base de la justicia social, la educación pública y la solidaridad.

La táctica es clara:

  • Asfixiar presupuestos para forzar el éxodo de profesionales.
  • Reducir el tamaño del Estado no por decreto, sino por extinción progresiva.
  • Sustituir el relato patriótico por un discurso basado en el individualismo extremo.

La eliminación de contenidos patrióticos en actos escolares, el intento de cerrar Pakapaka —canal que transmitía programas sobre San Martín, Belgrano, Sarmiento—, y su reemplazo por series como Tuttle Twins, que inculcan desconfianza hacia el Estado y elogian el mercado, son piezas de este mismo rompecabezas.

¿Y si desaparece el kirchnerismo?

Milei ha encontrado en el kirchnerismo su némesis perfecta. La lucha contra “la casta”, “el populismo” y “la corrupción” le provee un relato movilizador. Pero, ¿qué pasará si el kirchnerismo colapsa o desaparece como fuerza política relevante?

Sin un enemigo visible, su gobierno podría derivar en una crisis de identidad, o bien, como muestra la historia, en la necesidad de encontrar nuevos enemigos: sindicatos, jueces, movimientos sociales, y también la prensa. Mientras restringe y encapsula a los medios críticos, fomenta una prensa «amiga» que difunde su relato y consolida su base de apoyo. Incluso sectores productivos estratégicos, como los yerbateros de Misiones —tradicionalmente aliados al oficialismo—, han empezado a manifestar su malestar por el abandono de las políticas de protección y apoyo, generando tensiones incluso con figuras cercanas al poder, como Karina Milei.

Obra pública, industria e infraestructura: ¿qué futuro?

Otro aspecto clave es el abandono de la obra pública. Con la retirada del Estado, la responsabilidad de la infraestructura —como rutas y caminos— pasa a manos privadas o se financia mediante peajes y tarifas. Esta privatización encubierta tiene efectos colaterales: desigualdad territorial, acceso restringido y aumento de costos para los usuarios.

La situación se agrava con la eliminación de impuestos que antes protegían a la industria nacional, especialmente en el sur del país, donde la apertura a productos importados amenaza la supervivencia de sectores estratégicos.

Cierre de Institutos históricos:

Otro de los síntomas de este plan silencioso es el cierre de institutos históricos como el Belgraniano, el Browniano y el Newberiano. Organismos que, más allá de su función académica, custodiaban la memoria de los próceres que forjaron nuestra identidad nacional. El vaciamiento de estas instituciones no es un error ni una medida aislada: forma parte de un proyecto más amplio que busca borrar las raíces históricas para escribir un nuevo relato, uno donde las ideas de soberanía, independencia y justicia social pierdan vigencia. Sin historia que recuerde los valores fundacionales, sin ejemplos que inspiren a las nuevas generaciones, el camino queda allanado para imponer un presente sin pasado y un futuro sin comunidad.

Si el plan sigue su curso, ¿cómo será la Argentina dentro de 5 a 10 años?

  • Estado reducido al mínimo: hospitales, escuelas y universidades públicas desfinanciadas o aranceladas.
  • Educación privatizada: abandono del relato histórico nacional, proliferación de valores individualistas en la formación de niños y jóvenes.
  • Contrato social roto: desaparición de la idea de derechos sociales garantizados.
  • Colonización cultural: sin narrativa propia, la identidad argentina será desplazada por modelos importados.
  • Incremento de la desigualdad: un país fracturado, donde el éxito individual se convierte en único objetivo.
  • Infraestructura privatizada: acceso restringido a rutas y servicios esenciales, priorizando la rentabilidad sobre el bien común.
  • Industria nacional debilitada: con mercados inundados por productos importados, se pierde soberanía económica.

¿Hacia una anomia social?

Sin un Estado presente que actúe como garante de derechos, y con una sociedad educada en la ley del más fuerte, el riesgo es una anomia social profunda. La falta de cohesión y el crecimiento de las desigualdades podrían hacer de la Argentina un país inviable.

Milei es el rostro visible, pero el proyecto es más grande que él. Lo que está en juego es el alma misma de la Nación. Las decisiones que se tomen hoy, las “migas” que muchos consideran detalles, definirán el futuro de generaciones enteras.

No estamos discutiendo solo políticas económicas. Estamos discutiendo —y quizá no nos estemos dando cuenta— qué tipo de país será Argentina en 2035.

¿Será una Nación o simplemente un mercado de oportunidades para unos pocos?

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