Caral, la primera civilización americana, entre cosecha del agua y algodón de colores 

Por Silvina López*, para El Submarino Jujuy. Hace 5000 años, a 150 Km al norte de lo que hoy es Lima, en Perú, existió Caral, la civilización más antigua de América. Con profundos conocimientos en agricultura, lograron el mejoramiento de las semillas y variedades de algodón de distintos colores.

Tenían grandes campos de cultivo en los valles cercanos al río, donde preservaban la vegetación boscosa de las orillas que servía de defensa ante posibles inundaciones en épocas de crecida.

La cercanía de Caral con el mar favoreció un activo intercambio entre comunidades agrícolas y pesqueras que sentó las bases del desarrollo comercial de la región.

Prevenían las épocas de sequías del río con la “siembra y cosecha del agua”, una práctica social que aún conservan algunas comunidades andinas. Canalizaban el agua de lluvia de las montañas por encima de los 4000 metros hasta zonas de fisuras y grietas donde el agua se escurría lentamente; meses después afloraba y era almacenada en grandes manantiales que aseguraban así el consumo para los habitantes.

Construyeron sus ciudades en las terrazas altas por encima de los campos de cultivo, en zonas que no eran inundables. Se encontraron 25 asentamientos desde la zona cercana al mar a lo largo de 40 Km a ambas márgenes del río Supe.

La planificación de las ciudades quedó plasmada en bocetos encontrados en excavaciones. Todas seguían un mismo modelo arquitectónico: grandes edificios públicos en forma de pirámides con fogones en la cima de estos templos para ofrendas y ceremonias,  una o dos plazas circulares para encuentros colectivos, zona de residencias en la periferia y manantiales en cada una de ellas.

Las construcciones eran, además, antisísmicas. Sí, aunque sorprenda, hace 5000 años ya dominaban técnicas para prevenir terremotos. Lo hacían colocando en la base de los edificios grandes bolsas hechas con fibras de algodón que contenían piedras de distintos tamaños, grandes y pequeñas, con las que lograban amortiguar los efectos de los movimientos telúricos.

Para el mismo fin, en las viviendas residenciales utilizaban la técnica de la quincha, utilizando restos de elementos orgánicos y levantando las paredes con caña y barro, que actualmente sigue siendo utilizada por comunidades originarias.

Lxs caralinxs también estudiaron los movimientos del sol y la luna desde sus observatorios astronómicos, dejando geoglifos, monolitos u otros puntos de referencia en claro alineamiento con los astros.

Desde  Caral, la ciudad capital, donde se calcula que vivieron 3000 personas, se conformó una amplia red de caminos que unía tanto las comunidades vecinas del valle como las más alejadas de la sierra o la selva. Así es que se encuentra en Caral el origen del Qhapak Ñan, o camino principal, que miles de años después adquiriría su máxima expansión en la época incaica uniendo 30.000 kilómetros.

Esta red de caminos en Caral no fue sólo terrestre. También se movilizaron por los ríos y el mar, llegando a lugares distantes de Ecuador y Norte de Chile.

Entre las cenizas de ofrendas ceremoniales de un templo de Caral se hallaron semillas y minerales junto a restos de una balsa, en el único templo que mira hacia el Oeste, en dirección al mar.

En otras excavaciones se encontró gran cantidad de instrumentos musicales, como antaras, quenas, silbatos y sonajas. El hallazgo más numeroso hasta el momento correspondió a 32 flautas traversas de un solo orificio, elaboradas en huesos de pelícano y de cóndor. Por pares, muestran diseños muy elaborados de animales de las distintas zonas geográficas de la red de intercambios: monos de la selva, pelícanos de los ríos, serpientes de la sierra y cóndores de la montaña.

Nunca se encontraron armas en Caral, nuestra primera civilización americana.

*Antropóloga

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