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Con Milagro Sala presa, Macri corre el riesgo de enfrentar una incómoda pregunta papal

morales macri milagro papaPor Gabriela Tijman. Gerardo Morales enfrenta horas clave en su gestión al frente del gobierno de Jujuy. Tiene la oportunidad de afianzar su lugar de autoridad, pero también corre el riesgo de no poder reafirmar su tantas veces reiterada voluntad de “poner orden” en la provincia.

La batalla personal del radical contra Milagro Sala puede verse desde distintos puntos de análisis. Para su satisfacción, logró desarticular el potente aparato de gestión construido desde la Tupac Amaru, la organización que por años se fortaleció en el liderazgo de la Red de Organizaciones Sociales ocupando un espacio que el Estado dejó vacante durante décadas.

Los gobiernos anteriores, la clase política tradicional –que en Jujuy es muy tradicional, en el sentido cabal del término-, la denominada “sociedad jujeña”, descansaron por años en la comodidad de que alguien estaba llenando los vacíos creados por incapacidad, simple desinterés o directamente principios ideológicos no inclusivos.

Ese alguien fue Milagro Sala, a quien más de un intendente e incluso gobernador le pidió ayuda alguna vez para desarticular una protesta, como por ejemplo la ocupación de tierras en el departamento de Ledesma de 2011 o el levantamiento policial del 9 de diciembre de 2013.

Construyó casas. Capacitó a trabajadores. Organizó cooperativas de trabajo. Y fundó escuelas primarias, secundarias y terciarias de gestión social. Y estableció atención de salud en centros propios y aportó donaciones y equipamientos a hospitales públicos. Le dio también un espacio de organización al colectivo LGBTI, y apoyó explícita y activamente la tarea de los organismos de derechos humanos, que recién en 2012 tuvieron la oportunidad de comenzar a juzgar los delitos de lesa humanidad cometidos en la provincia.

Hoy Sala está detenida, la Red desmembrada, algunas de las organizaciones sociales que estuvieron con ella hoy reciben a Morales en sus sedes y celebran acuerdos que -apuestan- les permitirán mantener sus estructuras. Son los mismos que hasta hace poco no solo andaban codo a codo con ‘la Flaca’ sino que llegaron a puestos institucionales, bancas legislativas, de la mano del Frente Unidos y Organizados, la expresión política surgida de la Tupac Amaru en 2013 y que hoy ocupa seis escaños en la Cámara de Diputados provincial y varios en concejos deliberantes.

Sala está detenida merced a una serie de denuncias derivadas en causas penales que fueron ya cuestionadas largamente por juristas, políticos, dirigentes y una parte de la opinión pública que, pese a no simpatizar con Milagro Sala, rechazan la falta de transparencia de un poder judicial que no responde de forma cabal a lo que pregona: la independencia del poder político.

Sala fue detenida por un delito menor, sacada del medio, corrida, inmovilizada, mientras se trabajó a destajo para reunir elementos suficientes para cambiar la acusación por una más grave, mientras homicidas y estafadores de mucha monta han esperado y esperan sus juicios en libertad. Milagro Sala, en cambio, espera su procesamiento en la cárcel.

En Jujuy, el rechazo a la detención de la dirigente provino al comienzo de sectores sociales, sindicales y políticos estrechamente ligados a la Tupac. Son pocos los “independientes” locales que defienden en voz alta su derecho a estar en libertad. Pero el rebote fuera de la provincia tomó otro color, sobre la base de la defensa de una institucionalidad que en Jujuy no figura entre las bases principales de la vida democrática y el estado de derecho.

Mauricio Macri, que eligió la ciudad de Humahuaca para cerrar su campaña electoral en octubre, volvió a la Quebrada ya como presidente, esta vez a la coqueta Purmamarca, para sellar con Morales una serie de acuerdos y participar de un carnaval privado, lo que en Jujuy sería algo así como el anticarnaval.

La relación entre ambos se muestra saludable, pero debajo de esa lozanía están pasando otras cosas.

La decisión de Morales de neutralizar a Milagro Sala tiene un origen no solo personal sino también local. Era un tema jujeño. El hombre enarboló esa  bandera durante la campaña de 2015, con excelentes resultados.

Ya electo, antes de asumir, recibió varios pedidos de audiencia de parte de la Tupac Amaru, a los que ni siquiera respondió. Asumió el 10 de diciembre repitiendo como una letanía que iba a “liberar” a los jujeños de un supuesto yugo milagrosalista. Cuatro días después, la Red de Organizaciones Sociales se instaló en la plaza Belgrano, frente a la Casa de Gobierno, a metros del despacho de Morales, reclamando una respuesta a los pedidos de reunión.

Acampe, amedrentamiento policial, hostigamiento político, permanencia y denuncia penal. Más o menos esos fueron los elementos que desembocaron en la detención de Sala, el 16 de enero.

No se conoce, ni siquiera a través de conversaciones en pasillos ministeriales, la exacta evaluación política que hizo Morales para avanzar en ese sentido. Como fuera, el reclamo de las organizaciones sociales ganó una visibilidad que trascendió la frontera provincial.

Llegaron adhesiones desde otros puntos del país, vinieron legisladores nacionales y regionales, juristas, figuras de la vida política, social y sindical, artistas… La detención de Milagro Sala dejó de ser un problema jujeño y el operativo neutralización pareció tambalear.   

Al acampe instalado en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, a metros del despacho presidencial, con una importante difusión en los medios y redes sociales de Buenos Aires –lo que en estos casos es como decir de todo el país­-, se sumó una toma de posición no explícita pero con la suficiente contundencia como para que sonaran las alarmas: la del papa Francisco.

Faltan pocos días para que se concrete la visita de Mauricio Macri al Vaticano, donde se reunirá por primera vez como presidente argentino con el jefe de la Iglesia Católica, que no solo es argentino y de San Lorenzo -y algunos aseguran que peronista, aunque eso ameritaría un análisis más dedicado-, sino que viene pregonando la importancia de las organizaciones de base, sociales, campesinas, en la pelea por contrarrestar los efectos exclusivos -en el sentido de excluyentes- del capitalismo.

Se verá si los pocos días que faltan para ese viaje son suficientes para acallar las repercusiones por el envío de un rosario a Milagro Sala por parte de Francisco, o si por el contrario Macri tendrá que buscar una cara para ponerse en caso de que el Papa le haga alguna mención, aun velada, de la situación de la dirigente social.

“Resolveme el problema antes de viajar”, le pudo haber dicho Macri a Morales. “Yo fui a Purmamarca, bailé, me disfracé de diablo, te mandé 1000 millones en lo que va del año… Resolveme el problema”.

Morales ya ganó bastante. Eso es innegable. Horadó en los intersticios que encontró disponibles en la Red de Organizaciones Sociales y consiguió romper lazos e incluso despertar traiciones. Ahora tiene que evaluar cómo mantener y capitalizar lo ganado; cómo seguir sin poner en juego lo obtenido.

Con Milagro Sala presa, seguirán apareciendo repudios y cuestionamientos al manejo oficial de la justicia jujeña y a la arbitrariedad con que el gobernador elige a sus aliados en el campo de los movimientos sociales.

Con Milagro Sala libre, las causas que la involucran seguirán su curso, sin tanto barullo, bajo la batuta atenta del poder político; un poder político que, hay que decirlo, incluye también al peronismo, no solo al representado por el vicegobernador Carlos Haquim sino, aunque parezca extraño, a buena parte del sector que integró el Frente Para la Victoria, lo que se evidenció en el silencio atroz que mantuvieron sus dirigentes ante el atropello judicial ejercido contra Sala.

Con Milagro Sala presa, Macri corre el riesgo de tener que enfrentar una incómoda pregunta papal. Y Macri enojado puede ser un problema serio para Morales, que tiene que manejar  los destinos de una provincia con alta dependencia del gobierno central: la recaudación propia alcanza apenas el 13 por ciento del total de los ingresos.

Porque fue tradición durante los gobiernos anteriores -y nada indica que no siga siéndolo ahora-, que cada mes, altos funcionarios del Ejecutivo provincial iban a Buenos Aires a buscar la plata que les permitía hacer frente al pago de los sueldos estatales.

No era Fellner el que necesitaba esa plata. No es Morales el que la necesita ahora. Es la provincia de Jujuy, donde el peso del empleo público es descomunal. En estos días, los sindicatos de la administración pública comenzaron las negociaciones paritarias, de cuyo resultado dependerá el grado de conflictividad social que se viva este año en Jujuy. Y para negociar salarios, el gobierno necesita estar seguro de que contará con los recursos de Nación.

Recursos que firma y manda el presidente; el que espera sentarse el sábado que viene ante Francisco sin tener que echar mano a ninguna cara del repertorio simulador.

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