Escuelas de Verano, hambre cero y la gestión de la miseria

Por la Corriente Nacional Docente Conti Santoro Jujuy. La provincia de Jujuy acaba de lanzar su propia intervención del plan “hambre cero”.  En realidad, con esa publicidad de fondo, el Ministerio de Desarrollo Humano y el Ministerio de Educación realizaron el lanzamiento del proyecto “Recreando en vacaciones” en el marco del programa Escuelas de Verano 2020 en Yungas y Valle. Tal como expuso el gobernador, en realidad, reflotan un programa anterior y el Plan de Contingencia 2018.

El nuevo lanzamiento de Escuelas de Verano anunciado alcanzará a 80 escuelas provinciales y 20.000 beneficiarios más, contabilizando un total de 150.000 niños y niñas asistidos alimentariamente en las escuelas que también participan de actividades recreativas y deportivas. De ejecución descentralizada y municipal se elige a la escuela como centro articulador de la nueva asistencia alimentaria.

En su lanzamiento, Morales afirmó que “las escuelas y los comedores escolares son lugares donde se garantiza la atención de la pobreza de niños y niñas, tanto desde el gobierno como desde el municipio. De tal manera, se observó que la escuela podría ser el factor ordenador de una política”.

La provincia se desliga tras los municipios. Además, la tarea estará a cargo de “talleristas” que, sabemos es el eufemismo para referirse a trabajadores precarizados y con contratos a término. Lanzado el programa no sabemos quiénes desempeñarán como talleristas ni en qué condiciones desarrollarán sus tareas.

El programa llega en un contexto de pobreza desesperante en la provincia. Solo para el primer semestre de 2019, los datos oficiales del INDEC reconocen la existencia de 122.388 pobres, de los cuales 21.827 son indigentes, solo para San Salvador de Jujuy y Palpalá, cifra que indica casi un 35% de pobreza en esos dos departamentos. El programa lanzado es acotado y pronto evidenciará la metáfora de “manta corta”.

Como si eso fuera poco, el programa consolida una peligrosa filosofía que hace décadas se erige sobre las escuelas: el ser un lugar de contención. A través de la asistencia alimentaria, ahora la escuela debe contener la miseria de las familias trabajadoras. A esa tarea se suman otras vinculadas a la asistencia social, función que debe desarrollar completamente desprovista de recursos: las escuelas carecen de gabinetes y de personal especializado con lo cual se las abandona al más llano voluntarismo.

El gobierno como no puede resolver el problema de origen adapta a la escuela a administrar la miseria y la degradación social también en condiciones degradadas.

Por eso, hoy más que nunca el hambre cero llegará solo bajo otro sistema social. Se trata, entonces, de desarrollar una sociedad socialista y no de adaptar la escuela a un capitalismo decadente.

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