La inflación para las familias de menores ingresos ya roza el 30 por ciento

«Lo más fácil va a ser bajar la inflación» fue una de las frases de campaña presidencial de Mauricio Macri, allá por 2015. En el primer año de gobierno de Cambiemos, la inflación fue del 40%; la más alta en 25 años. En este 2017, la meta de terminar el año con la inflación entre el 12% y el 17% quedó enterrada por el 17,6% que sentenció el Indec, cuando faltan aún tres meses para terminar el año. Amén de promesas y metas incumplidas, el problema se agudiza si los salarios crecen por debajo de esa línea y, más aun, si golpea con más dureza a los sectores más vulnerables.

El Instituto Estadístico de los Trabajadores (IET), dependiente de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), reveló en un informe que el 10% de los trabajadores registrados que menos ganan sufrió la inflación de manera más intensa: un 29,1% interanual (septiembre 2016-septiembre 2017), que son 5 puntos porcentuales por encima del 24,2% que marcó el Indec-GBA. En tanto, el asalariado mejor remunerado sufrió una inflación del 23,5 por ciento.

Nicolás Trotta, rector de la UMET, explicó a Tiempo: «El dato más dramático, el hallazgo constante que hacemos en el IET con este informe mensual, es que la inflación golpea de modo asimétrico. Sigue golpeando más a los trabajadores de menores ingresos».

Si se mira hacia diciembre de 2015, el diagnóstico se agrava. «Desde que Macri es presidente, la inflación en el primer decil –ese 10% de los trabajadores que menos ganan– ha sido del 85 por ciento. Frente al decil 10, que comprende salarios superiores a los 45 mil pesos, la inflación ha sido del 65 por ciento. O sea, hay 20 puntos porcentuales de diferencia», subrayó Trotta.

El informe de IET dividió a la masa de trabajadores registrados en 10 deciles, siendo el decil 1 para los peores remunerados y el decil 10 para los mejores. En septiembre –dice el informe- «los deciles bajos se vieron perjudicados por subas de alimentos y bebidas, pero la estabilidad de precios de servicios públicos compensó ello. Por el contrario, en los deciles altos, la suba de prepagas incidió fuerte en su inflación, aunque también se vieron compensados por bajas en alojamientos turísticos», en uno de los meses en que ambos extremos estuvieron parejos.

«Generalmente –continuó el académico–, la curva es descendente. A veces, el noveno decil se ve más perjudicado que el décimo. La regla es, en definitiva: a mayor nivel de ingreso ha sido menor la inflación. Hay algunos meses en los que pierden los deciles superiores, como cuando aumenta lo recreativo, lo vacacional, la educación privada o los servicios de la salud privada. Son precios regulados, que de alguna manera otorgan previsibilidad aun en los aumentos. Todo lo que es la inflación más dura, la núcleo, afecta más a los deciles inferiores, lo que ha llevado a que el sector trabajador de menores ingresos deba reconfigurar la canasta de alimentos».

A la hora de esgrimir los motivos por los cuales los deciles inferiores han sido más afectados que los superiores, Trotta explicó: «El tremendo aumento de tarifas de los servicios públicos domiciliarios fue clave. Se ha transformado en un componente central de la canasta familiar de los trabajadores de menores ingresos. Sigue siendo, a pesar del aumento, un gasto no tan trascendente en aquellos hogares de mayores ingresos. Frente a eso, podemos observar ese reiterado comportamiento de la inflación, afectando a los que menos ganan. Ni hablar de aquellos trabajadores que no están protegidos por los convenios colectivos, cuyos salarios han perdido mucho más de cara a la realidad inflacionaria del país».

Con los datos del Indec

Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) confirman la tendencia del informe de IET. Si bien el indicador nacional no releva por deciles, los datos que se pueden recoger sobre pobreza e indigencia dan cuenta de la misma asimetría.

En primer lugar, subió la cantidad de indigentes. Si bien hubo una disminución de la pobreza entre el segundo semestre de 2016 y el primero de 2017 (del 30,3 al 28,6%), la indigencia creció del 6,1 al 6,2%. En personas, pasó de 1.657.221 a 1.704.883. Esto es, 47 mil indigentes más sobre un universo relevado de 27,4 millones de personas. Estos datos surgen de la Encuesta Permanente de Hogares, que se hace sólo en 31 grandes ciudades. Si se proyectan estos números a la población nacional, hay unos 80 mil indigentes nuevos en sólo seis meses.

En segundo lugar, el Indec mide la «brecha monetaria promedio» de los hogares pobres e indigentes, para graficar qué tan lejos está un hogar (sumando los ingresos de todos sus componentes) de salir de esa condición. La brecha aumentó del segundo semestre 2016 al primer semestre 2017. Esto indica que a los pobres e indigentes les cuesta más dejar de serlo. En números, la brecha monetaria promedio de pobreza pasó de $ 5156, equivalente al 37% de la Canasta Básica Total a valores de la segunda mitad del año pasado, a $ 5827, un 37,7% de la canasta actual. En tanto, la brecha monetaria promedio de indigencia era de $ 2224, equivalente al 40,1% de la Canasta Alimentaria Total, y pasó a ser de $ 2580; un 41,7%. En ambos casos, se amplió la brecha.

Por otra parte, la Canasta Básica Total (CBT) que utiliza el Indec para medir los niveles de pobreza creció por encima de la inflación. En los primeros ocho meses del año (en agosto se publicó el último informe de CBT), la inflación acumulada anual a nivel nacional se colocó en el orden del 15,4%. En tanto, la CBT creció en un 15,9 por ciento.

Endeudarse para comer

«La inflación es siempre un problema, pero el mayor problema ocurre cuando los salarios pierden contra la inflación. En ese sentido, observamos una pérdida de casi el 6% promedio de la capacidad de compra del salario desde que Macri es presidente», resumió Trotta.

En detalle, el informe de IET afirma que desde la asunción de Mauricio Macri el salario perdió siempre contra la inflación. Los meses más complicados fueron junio y julio de 2016, cuando la pérdida de poder adquisitivo fue del 10 y del 11%, respectivamente. Luego de una recuperación a principios de este año (que nunca llegó a compensar el terreno perdido en 2016), la caída osciló entre el 5 y el 7 por ciento. En promedio, la brecha negativa entre salario e inflación fue del 6 por ciento.

Como posibles consecuencias de este escenario, Trotta advierte que «el país camina hacia un esquema en el cual la población se va a endeudar para sostener el poder de consumo. Eso puede ser que dinamice en el corto plazo la economía, pero nos puede llevar a tener una población profundamente endeudada, como ocurre en Estados Unidos. Hablamos de tomar deuda no para comprar un bien estratégico como una casa o un auto, sino para intentar sostener el nivel de consumo cotidiano».

Tiempo

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