gatillo facil juicio obina y calderon cartel 01

“Quiero una policía que me dé garantía de salir a la calle y que sepa lo que hace”

gatillo facil juicio obina y calderon cartel 01Fabián Calderón es el padre de Gonzalo, uno de los dos jóvenes asesinados por un policía que fue absuelto porque el tribunal consideró que había actuado en “legítima defensa”. En diálogo con El Submarino, asegura que “todo arrancó confuso, oculto”, repasa los hechos y asegura que “hubo un guión que no cierra”.

El 3 de noviembre de 2013, el suboficial Pablo Arrascaeta les disparó a Pablo Obiña y Gonzalo Calderón después de haberlos perseguido por los alrededores de la ciudad de Libertador Gral. San Martín. Pablo murió en el lugar por un disparo en la cabeza; Gonzalo, una semana después en el Hospital Pablo Soria.

Fabián Calderón desconfió desde el primer momento. “Me ocultaron dónde estaba mi hijo cuando llegué a Ledesma el mismo día de los hechos”, repasa.

Los chicos, que iban en una moto 110, fueron perseguidos por efectivos policiales que se desplazaban en una Ranger. Supuestamente, habían robado un celular. Arrascaeta iba sentado en la camioneta del lado del copiloto y desde allí, dice, respondió a tiros cuando los chicos comenzaron a disparar.

“Se fue armando un guion que no cierra”, asegura Calderón.

El mayor cuestionamiento es para la fiscal Delia Ortiz, quien en su alegato en juicio sorprendió al pedir la absolución de Arrascaeta porque, según ella, había actuado en legítima defensa. “Uno se pone a pensar para qué estaba la defensa, si actuó la fiscal como defensora”, reflexiona, y agrega: “Ojalá esta fiscal no le toque a otra gente”.

Recuerda que durante el proceso judicial “fue muy superficial con las preguntas que hacía y preguntaba a qué se dedicaban los chicos, cuando había que saber la verdad sobre cómo fueron asesinados”. “Porque fueron asesinados, no hay otra”, afirma.  

Pero la actuación de la fiscal es el último eslabón de una cadena de irregularidades que el padre de Gonzalo recita de memoria, con la precisión que, asegura, no hubo durante la investigación. “Un mes después de fallecidos los chicos, fui a un evento sobre violencia institucional, y ahí terminé diciendo que a los chicos los fusilaron”, relata.

“El único lugar donde doblan las balas es en Ledesma”, repite Calderón. Y sostiene su ironía con detalles de la causa: “Hay incongruencias entre lo que dijo la primera perito forense con la perito Mamaní, porque ubican en distintos lugares a los chicos en el momento del disparo, y tampoco cierra con la reconstrucción de los hechos”.

De acuerdo a la reconstrucción de los hechos, Pablo Obiña iba sentado en la parte trasera de la moto. La autopsia mostró que el proyectil que lo mató de manera instantánea hizo una trayectoria ascendente, de derecha a izquierda, por la parte lateral del cuello.

Calderón describe la escena: “Arrascaeta iba en la Ranger, que tiene una reja en la puerta, por lo que tenía el mínimo espacio para poner el cañón de una pistola. Él dijo que esgrimió el arma y la puso hacia arriba, delante de la cabeza de los chicos, y disparó de tres a cinco disparos”. Para el padre de Gonzalo, “no cierra nunca que disparando desde ese punto, sin un amplio ángulo de disparo, yendo a velocidad, de noche, en un terreno sinuoso, con los chicos de espaldas, le dé en la parte lateral derecha del cuello, que la bala ingrese y a la vez impacte en la cabeza de Gonzalo”.

Las familias de Pablo y Gonzalo no tienen dudas de que se trata de un caso de gatillo fácil. Por eso interpretan que hubo irregularidades. “Quisieron armar todo con los testigos,  pero hay algo técnico que se les escapó”, dice Calderón. Se refiere, precisamente, a la cuestión de los disparos.

Recuerda en este punto el momento de la declaración de la perito forense ante el tribunal: “Cuando nuestra defensa le pregunta si existía la posibilidad de que un proyectil hubiera ingresado por uno de los cuerpos e impactado en el otro, la doctora levanta la mano diciendo que no, que los proyectiles tienen dos lugares de ingreso distintos”.

“La fiscal describió la trayectoria del proyectil como una parábola, pero acá no estamos jugando a la pelota, que la pelota dobla, sino que estamos hablando de proyectiles que mataron a dos personas”, precisa Calderón, y dice que además hubo complicidad del médico y del segundo fiscal en relación a cómo ingresaron los proyectiles. “Pero nosotros vamos a explicar que el proyectil no hace una doble curva, que pongan como pongan a dos cuerpos en una moto en forma paralela, disparando de atrás, la bala no entra por la derecha y sale por la izquierda y vuelve a entrar por la derecha en forma ascendente”, detalla.

Pero la cuestión de los proyectiles no es la única que “no cierra”. Calderón dice que “hay un montón de incongruencias”, y menciona “el ocultamiento de un testigo, un hombre robusto que iba en la cabina de la camioneta”, que fue mencionado por un bombero también testigo de los hechos.

“En la primera declaración, ninguno, ni siquiera el ayudante del fiscal, dice que había un hombre en la caja de la camioneta que perseguía a los chicos -detalla Calderón-, pero en las últimas declaraciones el bombero dijo que cuando arranca esta supuesta mega persecución, él escucha que venían persiguiendo a una moto de alta cilindrada tipo enduro, de la que se baja una persona de contextura robusta; y los chicos debían pesar 60 kilos”.

“Todos los efectivos de la policía intervinientes en el caso decían lo mismo, como si hubieran estudiado la letra”, concluye. Sin embargo, advierte: “Yo ya no me la voy a comer, estos fueron asesinatos y aquí no hay mucho más que hablar. Lo vamos a hacer público, lo vamos a llevar hasta las instancias que tengamos que llegar”. 

Ni Pablo ni Gonzalo tenían antecedentes policiales. Calderón habla de ellos: “¿Qué hablan de que eran motochorros? Prejuzgan al chico y también a los padres, como si nosotros desconociéramos la vida de nuestros hijos”.

“Hoy no tengo a mi hijo, nos cortaron una vidita”, acusa. Y recuerda que Gonzalo este año había rendido y había pasado de curso, y venía de jugar un campeonato Evita en Mar del Plata. “Yo estoy separado de la madre de mi hijo, pero lo veía todos los días. Es más, me ayudaba a trabajar en un emprendimiento y a la vez estaba estudiando, porque yo me había hecho cargo de él”.

“Mucha gente no entiende, anda por las redes sociales, habla de justicia, y dice que hay que matar a un montón de gente más. Pero ojalá nunca les toque pasar por algo parecido a lo que nos tocó padecer a nosotros”, reflexiona Calderón.

“Vamos a llegar hasta el gobernador, hasta donde tengamos que ir”, sostiene con firmeza. Dice que cree en la justicia divina y a pesar de todo confía en que “todo esto va a llegar a buen puerto”. Pero también entiende que no se trata de un hecho aislado: “Vamos a demostrar que en Jujuy tenemos una policía nefasta, porque en 90 días les dan un arma para que cometan un delito. Y yo quiero una policía que me dé garantía de salir a la calle y que sepa lo que hace”.

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