Por Tere Jordán*. Fue el cuarto Paro Nacional que el movimiento de mujeres, travas, trans, no binaries, lesbianas le hicimos a Macri. Fue la tercera vez que desde la Colectiva Feminista Ni Una Menos Tilcara Maimará agitamos el Paro.
Tenemos claro que parar es un privilegio. Que quienes estamos precarizadas o dependemos de la entrada de dinero diaria para parar la olla no podemos darnos el lujo de parar. Entendemos que para les trabajadores del estado es difícil sumarse al paro cuando el gobierno amenaza con descontar el día. Y ni hablar cuando una está desempleada y vive de changas.
Hay quienes señalan que parar es una herramienta más urbana, ajena a nuestras costumbres. Sin embargo, esta semana les docentes de la Quebrada de Humahuaca sostuvieron un paro -en defensa de la educación pública y por mejor salario- con un 80% de acatamiento durante 3 días.
Por otra parte, si pensamos que cada 8 de mayo conmemoramos a las Mártires de Chicago, trabajadoras textiles que murieron por reclamar derechos laborales, el Paro cobra dimensión histórica e internacional.
Este 8 de marzo, en las calles y en las redes, confluyeron consignas por la desigualdad laboral y la violencia machista con otros reclamos. A simple vista podríamos pensar que no son parte de lo mismo. Sin embargo hay lógica en que convivan dentro de la lucha del movimiento feminista.
Apareció fuerte el rechazo a las políticas neoliberales que lleva adelante el gobierno de Mauricio Macri. El ajuste se ensaña con nosotres porque no sólo vulnera nuestros derechos, además busca instalar un escenario de retroceso. Nos niega políticas públicas y presupuesto.
Esta situación nos impacta en nuestra integralidad de sujetes de derechos. En el plano del trabajo nos desemplea, nos precariza, nos explota. Nos desorganiza la vida familiar. Nos restringe el acceso a la educación. Mercantiliza a la cultura convirtiéndola en un privilegio de los que pueden pagar para acceder a ella.
El ajuste también nos niega el acceso a la salud. En relación a esta cuestión aparece una presencia que parece molestar a algunes: la marea verde. Cuesta quizá entender el vínculo entre el Paro Feminista Internacional y el reclamo por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Pero podríamos trazar varios puntos en común respecto de los derechos a la salud sexual integral reproductiva y no reproductiva.
Pedir el Aborto Legal no es algo aislado, va de la mano con otros reclamos: Educación Sexual Integral ESI en todas las escuelas de gestión pública y privada en todos los niveles, acceso a anticonceptivos, implementación de las leyes y Protocolos que garantizan la Interrupción Legal del Embarazo.
¿Acaso no poder acceder a información o a métodos anticonceptivos no impacta en nuestra vida laboral? ¿Acaso el embarazo, la maternidad, la lactancia, la crianza no inciden en nuestra trayectoria laboral? ¿Acaso el mandato reproductivo no nos relega en las posibilidades de acceder y sostener mejores empleos? ¿Acaso los hombre hetero cis se ven impactados en sus trabajos por estas cuestiones?
Si a todas estas cuestiones sumamos que ya no se habla de las luchas de las mujeres, sino que nos autopercibimos feministas, todo se complica. Los medios masivos y una parte de la sociedad recurren a la simplificación de “las verdes” que busca instalarnos en el punto contrario a los “celestes”. La lucha feminista integra diversas identidades oprimidas por el patriarcado. La lucha feminista tiene siglos de historia. Arranca en el 1700 con las ilustradas que reclamaron en la Revolución francesa por los derechos de las mujeres, pasando por las sufragistas que pecharon por el voto femenino y por las mujeres de la tercera ola que empezaron a hablar de igualdad laboral y derecho a elegir si tener hijes o no. Esta historia es valiosa, pero es blanca, occidental, burguesa. Por eso en estos últimos años empezamos a identificarnos con el feminismo comunitario nacido en Bolivia, en el feminismo popular nacido alrededor de las ollas en los barrios durante la crisis del 2001 en la Argentina y en el que busca que El Encuentro Nacional de Mujeres empiece a llamarse encuentro Plurinacional para que se visibilice a las mujeres de los pueblos originarios de nuestro país. Porque nuestra realidad es mestiza, india, pobre, Latinoamericana.
Quizá en unos años sean otros los reclamos, las palabras o las formas. Mientras tanto esto es lo que podemos. Esto es lo que nos mueve. Quizá no convoquemos multitudes, pero estamos convencides de la fuerza simbólica que tiene el hecho de animarnos, de poner el cuerpo, de hacernos visibles el 8 de marzo, como lo hacemos los otros 364 días del año, en nuestras casas, en los hospitales, en las escuelas, en el espacio público, en el trabajo comunitario, en las organizaciones sociales, en los barrios, en los medios de comunicación. Porque, a diferencia de lo que algunos quieren hacer creer, estas movidas colectivas se sostienen con infinitas acciones cotidianas, en el territorio, con otres, desde el amor, el compromiso y el respeto.
*Colectiva Feminista Ni Una Menos Tilcara Maimará