Un grupo integrado por Madres de Plaza de Mayo, militantes y religiosos que se reunían en la Iglesia de la Santa Cruz para recabar información sobre los detenidos desaparecidos, eran secuestrados hace 46 años -el 8 de diciembre de 1977- como parte de un operativo de la Armada que contó con la participación del genocida Alfredo Astiz, quien se infiltró en ese colectivo fingiendo ser hermano de una víctima.
Familiares y compañeros de ese grupo realizarán este viernes a las 18.30 un acto de homenaje frente al Solar de la Memoria, ubicado en Estados Unidos y Urquiza del barrio porteño de San Cristóbal, con las consignas «Hoy más que nunca, democracia es justicia social» y «Memoria, Verdad y Justicia. Son 30.000».
«A 46 años del secuestro, desaparición y muerte de las Madres, las religiosas francesas y militantes populares, y ante el avance de la derecha negacionista y apologista de la dictadura genocida, reafirmamos más que nunca la lucha por Memoria, Verdad y Justicia», indicaron desde la organización.
Azucena Villaflor, María Ponce de Bianco y Esther Ballestrino de Careaga eran parte de las Madres que en abril de 1977 comenzaron a congregarse en la Plaza de Mayo para reclamar por sus hijos desaparecidos, e integraban el colectivo que habitualmente se reunía en la iglesia de la Santa Cruz con el propósito de establecer lazos de solidaridad en el contexto de una feroz represión ilegal.
Las tres Madres fueron el objetivo principal de esta acción de represión ilegal que perseguía el objetivo de descabezar a un incipiente movimiento de derechos humanos que comenzaba a desafiar a la última dictadura con marchas, reuniones y difusión de información.
Astiz, oficial naval que integraba el Grupo de Tareas 3.3.2 de la ESMA y que ya se había infiltrado en otros grupos de familiares de detenidos de desaparecidos, comenzó a frecuentar las rondas de las Madres de Plaza de Mayo a mediados de ese año, con el nombre de Gustavo Niño.
Rubio y atlético, Astiz (o Niño) afirmaba tener un hermano desaparecido y se presentaba en la Plaza en compañía de una joven, Silvia Labayrú, quien estaba cautiva en la ESMA desde hacía más de un año. Años después, ella declararía en el Juicio a la Juntas y sería denunciante en una causa de lesa humanidad por los delitos sexuales que se cometieron en ese centro clandestino de detención ilegal, el más grande que funcionó en Capital Federal durante la última dictadura.
El grupo de la Iglesia de la Santa Cruz, una parroquia de la congregación de los Pasionistas conformada por religiosos e inmigrantes irlandeses e ingleses católicos, se reunía de forma habitual desde junio de 1977. Uno de sus objetivos era recaudar fondos para financiar la publicación de una solicitada en la que demandaban a las autoridades respuestas por el destino de los desaparecidos.
Además de las Madres Azucena, María y Esther, participaban del colectivo los familiares Ángela Aguad, Remo Berardo, Julio Fondevila y Patricia Oviedo; los militantes de Vanguardia Comunista Horacio Elbert, Raquel Bulit y Daniel Horane, y las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domon, quienes desde hacía tiempo estaban vinculadas a los grupos de derechos humanos y organizaciones sociales.
Azucena, que buscaba a su hijo Néstor, era una de las Madres más activas y pertenecía a una familia de fuerte tradición política en el peronismo de Avellaneda, en tanto que María Ponce de Bianco y Esther Ballestrino tenían formación política. María, quien había militado en el Partido Comunista, estaba buscando a su hija Alicia, que estaba secuestrada.
Esther, nacida en Paraguay, había militado en la izquierda febrerista de ese país. Era maestra y doctora en bioquímica, y se sumó a Madres tras el secuestro de su hija, Ana María Careaga, quien fue liberada en el invierno de 1977. Pero Esther continuó con su compromiso para con las víctimas del aparato represivo de la dictadura.
El infiltrado Astiz informó a sus superiores la intención del grupo de publicar una solicitada. Durante años se especuló que eso pudo ser lo que motivó la detención ilegal de los 12 de la Iglesia de la Santa Cruz.
Los secuestros comenzaron en la noche del 8 de diciembre y concluyeron el 10, el mismo día en que salió la solicitada en el diario La Nación con la firma de más de 800 personas, entre ellas la de Gustavo Niño.
Nora Cortiñas, referente de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, contó una vez que no salía de su asombro cuando en 1982 vio las imágenes de Astiz rindiéndose en las Georgias ante las tropas británicas en el inicio del conflicto bélico de Malvinas con el Reino Unido. «Nos dimos cuenta de que nos habían engañado. Éramos muy ingenuas», aseguró Cortiñas.
El jueves 15 de diciembre de 1977, cinco días después de la publicación de la solicitada, las Madres volvieron a la Plaza y continuaron con las rondas.
Los 12 de la Santa Cruz fueron conducidos a la ESMA, donde fueron torturados, y sus cuerpos fueron arrojados al mar argentino como parte de los vuelos de la muerte. Los cuerpos de las Madres Ángela Aguad y Leonie llegaron a las costas. Quedaron depositados en una fosa común del cementerio de General Lavalle hasta que en 2005 el Equipo Argentino de Antropología Forense las identificó.
Entre 2011 y 2017, los responsables de las desapariciones de los 12 de la Iglesia de la Santa Cruz fueron condenados por la Justicia.
Los restos de María, Esther, Leonie y Ángela descansan en la Iglesia de la Santa Cruz; los de Azucena, en la Pirámide de Plaza de Mayo, donde también se depositaron las cenizas de Hebe de Bonafini, fallecida el 20 de noviembre de 2022.