Abrió la Cumbre de Américas con ausencias en repudio de las exclusiones 

Estados Unidos es anfitrión de los líderes de la región en la IX Cumbre de las Américas, que tiene el objetivo teórico de reforzar la solidaridad continental, aunque son amplias las posibilidades de que la cita sea un traspié diplomático para el Gobierno de Joe Biden. La manzana de la discordia es que Estados Unidos invitó a la cumbre solo a países con los que tiene buena relación, lo que excluye a Cuba, Venezuela y Nicaragua.

El presidente Alberto Fernández estará presente no sólo representando a la Argentina sino que va a ser el encargado de transmitir los posicionamientos y cuestionamientos que provienen de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), de la que es titular.

La Cumbre de las Américas reúne periódicamente desde 1994 a los jefes de Estado y de Gobierno del continente. Su novena edición se desarrollará desde este lunes y hasta el viernes 10 de junio en la ciudad de Los Ángeles. Convocada en esta ocasión con el lema «Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo», es la única instancia que reúne a los líderes de los países del continente para debatir desde temas diplomáticos hasta comerciales y definir acciones comunes, en la que participan las mismas 35 naciones que forman parte de la Organización de los Estados Americanos (OEA), de la que Cuba se encuentra excluida desde 1962.

La reunión de este año ofrece a Biden una oportunidad de estrechar lazos con las Américas para lidiar con dos temas a los que da máxima relevancia: el aluvión de migrantes que está cruzando su frontera sur, con México, huyendo de la pobreza, y la creciente presencia de China en la región con su megaplan económico mundial Nueva Ruta de la Seda.

Pero América Latina y el Caribe aún esperan las millonarias inversiones en proyectos de infraestructura prometidas por Biden en su plan Reconstruir Mejor, la alternativa estadounidense a la Nueva Ruta de la Seda, con la que pensaba atajar las dos problemáticas, pero que quedó congelada, estancada en el Congreso.

Sin embargo, el cumplimiento de los objetivos planteados dependerá, finalmente, de quiénes vayan.

Desde el mes pasado, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, venía diciendo que no iría si no se invitaba a todos los países. Finalmente confirmó que no asistirá en rechazo a las exclusiones y en su lugar irá su canciller, Marcelo Ebrard.

Estados Unidos excluyó a Venezuela y Nicaragua -y potencialmente a Cuba- por cuestiones de «valores democráticos», que es uno de los temas de la Cumbre junto a medio ambiente y coronavirus. Pero el de México y otros gobiernos, como los de la Argentina o Bolivia, tienen visiones diferentes de esos países y pidieron que no hubiera excluidos.

Los presidentes de Cuba, Miguel Díaz-Canel, y Nicaragua, Daniel Ortega, ya dijeron que no quieren ir. El de Venezuela, Nicolás Maduro, deploró no haber sido invitado.

El argentino Santiago Cantón, director del Programa Imperio de la Ley de Diálogo Interamericano, dijo en la videoconferencia que muchas cosas cambiaron en el continente desde la primera Cumbre de las Américas, en Miami, en 1994. «Cuba era el único país que no era una democracia; y Estados Unidos y América Latina habían superado sus divisiones para discutir una agenda común. Ese era el espíritu de Miami. Pero duró tres o cuatro cumbres», repasó Cantón, que fue secretario general de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

«Así que un gran paso adelante sería recuperar ese espíritu» en Los Ángeles, agregó, aunque dijo que no era optimista al respecto.

Cuba participó de las dos últimas ediciones de la cumbre, en Perú y Panamá. En la de Panamá, en 2015, el entonces presidente estadounidense, Barack Obama, tuvo un histórico apretón de manos y encuentro con Raúl Castro. A esto le siguió una visita de Obama a la isla sin precedentes desde 1928 y, más importante aún, una impensada normalización de relaciones, con reapertura de embajadas y todo.

Donald Trump, el sucesor republicano de Obama, dio marcha atrás con las medidas del «deshielo cubano» que beneficiaban a La Habana, aunque sin llegar a romper relaciones.

El mes pasado, ya en pleno debate por las invitaciones a Los Ángeles, el Gobierno de Biden revirtió algunas de las medidas de Trump hacia Cuba, sobre remesas familiares, vuelos a la isla y tramitado de visas. La misma semana, anunció que eliminaba restricciones a negociaciones de la principal petrolera estadounidense, Chevron, en Venezuela. Afirmó que lo hacía en el marco de medidas para fomentar la reanudación del diálogo entre Maduro y sus opositores.

La dinámica política ha cambiado en los dos últimos años en el hemisferio, donde algunos países ahora tienen gobiernos menos alienados con Estados Unidos.

Funcionarios estadounidense han dicho que la renuencia de algunos líderes a asistir podría ser más bien para consumo interno y han rechazado interpretarla como señal de debilitamiento de la influencia estadounidense o de una cumbre mal concebida. Sin embargo, el director del Programa de Migraciones y Desarrollo de Diálogo Interamericano, Manuel Orozco, dijo que Washington no puso «el capital político necesario» para afrontar los problemas que, según él, tiene la región: el debilitamiento de la democracia, el deterioro social y económico y la migración descontrolada.

«No se puede acusar necesariamente al Gobierno de esto, porque son muchas cuestiones muy complejas. Pero, al mismo tiempo, hubo poca previsión sobre cómo lidiar con estos desafíos» durante la cumbre.

El Gobierno de Biden envió recientemente a la primera dama Jill Biden a Ecuador y a su vicepresidenta Kamala Harris a la asunción de Xiomara Castro en Honduras. El exsenador Christopher Dodd, que es asesor especial para la cumbre, estuvo el mes pasado en Argentina, Brasil y Chile y se reunió con los presidentes Alberto Fernández, Jair Bolsonaro y Gabriel Boric, quienes luego confirmaron sus asistencias.

Bolsonaro también dudaba si ir, aunque no, como sus otros dos pares, por lo de las invitaciones, sino porque no se lleva muy bien con Biden. La derrota de Trump frente a Biden tensó las relaciones entre Estados Unidos y Brasil. Bolsonaro fue de los últimos presidentes en felicitar al demócrata por su victoria, y ha amagado en el último tiempo con desconocer los resultados de las elecciones de octubre si es derrotado por Luiz Inácio Lula da Silva, así como Trump hizo con Biden.

El presidente de Bolivia, Luis Arce, no irá a la cumbre por los no invitados, al igual que Xiomara Castro.

El rol de Argentina

El vicepresidente del Parlasur y parlamentario del Mercosur por el Frente de Todos (FdT), Oscar Laborde, afirmó que «América Latina va a hacer oír su voz» en la Cumbre de las Américas que inicia hoy en la ciudad estadounidense de Los Ángeles, donde el presidente Alberto Fernández va a ser el encargado de transmitir los posicionamientos de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

«América Latina va a hacer oír su voz. Lo que fue premeditado por (el mandatario estadounidense Joe) Biden como un momento de demostración de fortaleza y obediencia de muchos de los países se encuentra ahora con una cantidad de planteos. Hay diferentes tipo de críticas. A varios países no les ha agradado que se excluya a Cuba, Nicaragua y Venezuela», expresó Laborde en declaraciones a FM La Patriada.

El dirigente consideró que «debió ser una Cumbre con todos invitados» y sostuvo que Fernández, siendo presidente de la Celac, «debe representar a todos», por lo que consideró que «fue correcta» la decisión del mandatario de «llevar la voz de quienes no están».

«La decisión de retomar relaciones plenas con Venezuela me parece un salto importante, una fortaleza», expresó. Y añadió que «el único destino de América Latina es ser un polo en un mundo multipolar» porque, en caso contrario, dijo, «no vamos a tener destino».

«La Cumbre no es solamente para reclamar, sino también para plantear y posicionarnos» sobre asuntos como «el cambio climático, la guerra o cómo explotar el litio», remarcó.

«El compromiso que tuvo Biden de poder tener una relación distinta con América Latina que no tuvo (el expresidente Donald) Trump no se está dando. No hay grandes cambios desde que se fue Trump hasta su llegada», opinó.

Por último, Laborde consideró que «está violento el continente» y llamó a «estar muy atentos» sobre el avance de la derecha en la región.

«La democracia es lo que nos queda para modificar las cosas que necesitamos. No veo otro camino, todo lo que sea antidemocrático a los pueblos no les conviene», completó.

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