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Galfré: “Cuando el cántaro se abre, sale como una catarata todo lo que tuvo guardado”

El próximo 4 de mayo se cumplen 41 años de la detención de Simón Ángel Sapag, un joven periqueño de 26 años que estudiaba medicina en Córdoba. Fuerzas represivas que actuaban en esa provincia lo secuestraron y aún hoy permanece como desaparecido. En aquel momento, tenía una hija de apenas dos semanas de vida. Su mujer, de 20 años, es hoy la ministra de Desarrollo Humano de la provincia de Jujuy, Ada Glafré, y en este aniversario del golpe de Estado decidió contar su historia públicamente.

En diálogo con El Submarino Radio (91.5), repasó los años en que guardó silencio sobre aquel episodio clave, a pesar de que nunca dejó de buscar la verdad sobre el destino de su marido. Contó que fue esa búsqueda la que la llevó a la militancia, en la que hoy la acompaña su propia hija, que a su vez es madre de tres niños.

“Uno siente esto íntimamente todos los días de su vida, pero en estas fechas se tiene la posibilidad de visibilizar lo acontecido para que todas las generaciones tomen conciencia de cómo el país sufre las consecuencias de este golpe militar tan terrorífico y tan asesino y tan programado”, señaló la ministra, y consideró que “es una buena oportunidad para revalorizar la democracia y hacernos cargo de que la podemos mejorar; que es el mejor estado en el que podemos vivir, a pesar de todo, y también para hacer entender que no hubo solo 30 mil desaparecidos”.

Al referirse a su propia experiencia, comentó: “Me dicen ‘bueno, pasó tanto tiempo, tenés que resolverlo en tu corazón’, y yo digo que mi vida siguió, por eso milité, por eso estoy trabajando y no voy a dejar de hacerlo, como tampoco voy a dejar de buscar la verdad y la justicia. Pero quiero hacer entender que no es como cuando una persona fallece porque está enferma y uno hace un duelo, la entierra y la visita. Es una persona que fue secuestrada, que convirtieron en un NN”.

“Esto afectó a generaciones –continuó-. Mi hija no fue abandonada por su papá; fue amada por su papá. Ella tenía 15 días de vida y casi la secuestran también a ella. Deliberaban cómo hacer para dejarla o si llevarla, lo mismo que a mí. Hoy mi hija también trabaja, milita y tiene tres hijos”.

Destacó luego el rol de su entorno íntimo: “Nuestros nietos no conocen a su abuelo, pero hoy me acompañan acá, y están conmigo cuando voy a Córdoba, entendiendo como familia lo que ha sucedido, cada uno de nosotros haciendo algo para que esto no vuelva a suceder”.

En este sentido, valoró “que en la sociedad de hoy esto no solo sea el recuerdo de ayer, sino que se tenga en cuenta que lo que sucedió afectó a familias enteras y generaciones enteras”.

“Seguiremos adelante, cada uno con su vida, siendo felices, porque por eso somos resilientes –afirmó-. Y siempre va a faltar alguien que podría haber estado, y terminar su ciclo naturalmente, pero no fue así”.

Reivindicó más adelante su derecho a contar su historia y demostrar su emoción: “Yo siempre me movilizo, soy una persona muy sensible. Me lo permito porque durante mucho tiempo, durante 20 años, tuve que demostrar como si no me pasara nada. No tuve la posibilidad de llorar, de gritar, de enojarme; tenía que hacer como que no me daba cuenta de lo que estaba sucediendo, y mientras seguía buscando. Fue mucho tiempo callada. Por eso ahora hablo mucho, porque cuando el cántaro se abre, uno suelta como una catarata todo lo que tuvo guardado. Pero así como digo las cosas y me emociono, también sigo adelante con la lucha y con las acciones”.

“Es cierto que no estamos pasando un buen momento –concedió Galfré-, pero esto hay que afrontarlo, hay que hacerse cargo de una realidad que no empezó de un día para otro, que durante mucho tiempo se ha sostenido poniendo parches. Hoy hay que agarrarla de raíz, reconvertirla y transformarla en el contexto de las legalidades y de los derechos de las personas, refrendados por leyes con programas de protección. A veces el impacto no se ve en el momento, pero estamos construyendo algo muy sólido, y a la vez asistimos a cuestiones de emergencia, porque las dos cosas tienen que ir equilibradas. Entiendo que es una construcción”.

Recordó un momento clave de su vida: “Un día dije ¿qué hago sosteniendo esto desde casa? Con las herramientas y la formación que tenía, podía hacerlo en un contexto de trasformación. Ahí empecé a militar y no dejé de hacerlo nunca”, y evocó otro que excedió su historia personal: “Emociona ver el juicio a las Juntas. Fue un hecho histórico que nos puso en el mundo en una situación diferente. Había que animarse a hacerlo, con amenazas de bomba, y poner la cuestión simbólica de juzgar a las juntas. Eso nos dio la posibilidad de seguir haciendo otras cosas”.

“Yo como familiar de un desaparecido obviamente me enojé con las leyes de obediencia debida y de punto final, me enojé mucho con el indulto también, porque nadie puede perdonar a aquel que no ha pedido perdón”, aseguró, y agregó: “Sin embargo la sociedad ha avanzado, han pasado distintos gobiernos y hoy esto es una causa de todos, no se ha detenido. Eso es lo que hay que valorar, no importa quiénes hayan gobernado, las causas fueron avanzando”.

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