Por Raúl Kollmann, en Página/12. En lo que parece una obra cómica, este miércoles, a cuatro días de las elecciones, aparecieron los que supuestamente son seis de los ocho cuadernos originales del arrepentido chofer Oscar Centeno. Una de las cosas más asombrosas es que la aparición evidencia que el principal arrepentido del expediente, el chofer Centeno, mintió de forma descarada: sucede que Centeno dijo que quemó los cuadernos en una parrilla. No faltarán los que sostengan que corresponde la inmediata detención del arrepentido porque su mentira está penada con el falso testimonio agravado. De paso, hicieron aparecer otra vez en escena al fiscal Carlos Stornelli, justito cuando cumple siete meses en rebeldía y es muy probable un pedido de destitución por parte del comité de evaluación constituido por cinco fiscales. De todas maneras, aunque ya las maniobras de este estilo tienen poca credibilidad, el principal efecto que se busca es introducir el tema de los cuadernos cuando asoma la catástrofe electoral de la Casa Rosada.
La historia fue narrada otra vez por el periodista de La Nación, Diego Cabot, abogado, quien contó que recibió un llamado anónimo pasado el mediodía del martes. La voz del desconocido lo citó a las 19.30 en un lugar de Nuñez –que se mantiene en secreto– porque tenía que entregarle algo. Cabot concurrió al encuentro, y después de una larga espera, apareció un sujeto, de unos 60 años, vestido con un saco azul y portando una mochila, que le entregó una bolsa de papel. De inmediato, el individuo –siempre según el relato de Cabot– dijo que se tenía que ir porque tenía que volver al centro.
El periodista, contra todo lo previsible y los consejos de cualquier padre criterioso, tomó sin problemas el paquete que le ofrecía el desconocido, sin sospechar ni por un instante que en la bolsa hubiera algo peligroso o comprometedor como un explosivo o droga. Una actitud por lo menos curiosa para un periodista que se supone expuesto por el tenor de sus publicaciones.
Cabot cuenta que entonces se encontró con la sorpresa de que la bolsa contenía seis de los ocho cuadernos con los que se inició la causa. No está claro por qué faltan los cuadernos números tres y cinco ni tampoco dónde estuvieron los cuadernos todo este tiempo. Queda en el ambiente un indisimulable aroma a operación de los servicios de inteligencia, un estilo a lo Marcelo D’Alessio de poca calidad.
Por supuesto que de aquí al domingo no habrá tiempo para hacer una pericia que establezca si los cuadernos son originales o no, si fueron escritos por la misma persona y cuándo fueron redactados. De manera que hasta las elecciones sólo se trata de montar el show mediático.
Como se sabe, Cabot, que es abogado, pactó con el fiscal Stornelli, a mediados de 2018, la forma irregular con la que se armó el expediente. Se encontraron en un bar y el fiscal se quedó con la investigación. No se mandó la causa a sorteo, como correspondía, entre muchas otras maniobras. Es más, se montaron en un expediente que se caía a pedazos, el de la compra de Gas Natural Licuado, que justamente tuvo la participación estelar y fraudulenta de Marcelo D’Alessio.
Una de los hechos más sorprendentes tuvo que ver con los cuadernos originales. Hace un año y medio, Cabot relató que tuvo en su poder esos supuestos cuadernos. Según su testimonio, se los había entregado un amigo de Centeno pero los tuvo que devolver. Sólo alcanzó a sacarles fotocopias por lo que el expediente en realidad versa sobre las fotocopias de los cuadernos. A Centeno lo llevaron a Comodoro Py, lo apartaron bruscamente de su abogado, le designaron defensor oficial y se convirtió en arrepentido en pocas horas. En ese momento dijo que a los originales de los cuadernos los había quemado en la parrilla de su casa porque tuvo miedo. O sea que el principal arrepentido, el que es la base de toda la causa, habría mentido en el inicio del expediente. Todo ello se se comprueba que los nuevos cuadernos son realmente los «originales».
Desde el ángulo de la investigación judicial, la aparición de los supuestos cuadernos originales no cambia demasiado porque el juez Bonadio y la Cámara Federal habían convalidado las fotocopias de los cuadernos como prueba del expediente. Lo insólito es que, apenas los recibió, el rebelde Stornelli sostuvo que «hay un alto grado de certeza de que los cuadernos son los originales», exhibiendo a las apuradas una capacidad pericial que hasta el momento no se le conocía. Parece evidente que el efecto buscado es mediático y político: a cuatro días de las elecciones tratan de que los famosos cuadernos se transformen en el eje del debate, una jugada desesperada ante la debacle electoral del macrismo.
La última jugarreta deja todavía más en evidencia la marca de los servicios de inteligencia que contamina todo el armado del expediente. Otra vez la combinación entre la justicia federal y la ex SIDE. Con una diferencia sustancial: a esta altura, el nivel de credibilidad de estas operaciones ya está muy cerca de cero.