Panorama: Más ladrillos para construir futuro

Por Alejandro Cano. La situación económica que atraviesan los sectores populares en el país lleva ya seis años de marcada crisis. A los cuatro años del macrismo deben anexarse los dos años de la pandemia de coronavirus, que afectaron sensiblemente las posibilidades de recuperación debido a las disposiciones sanitarias que el Poder Ejecutivo nacional se vio en la obligación de establecer. En este marco, uno de los sectores más golpeados fue el sector de los productores ladrilleros.

Ladrilleros en Jujuy

Ricardo Tisera es delegado de la Unión de Ladrilleros de la República Argentina (Uolra) en Jujuy y conoce esta dura realidad de primera mano. Trabaja para cambiarla. Cuenta que si bien durante la pandemia muchos productores se retiraron de la actividad, están volviendo a trabajar.

Ricardo Tisera

“En Jujuy tenemos ladrilleros, bloqueros y adoberos, que son las tres actividades que cubre el estatuto del sindicato. En la pandemia hubo una disminución importante de la producción de familias que se vieron obligadas a realizar otra actividad”, describe.

En la actualidad, asegura, se observa una reactivación, sobre todo en la obra particular o privada, «a pesar del aprovechamiento desmedido que hacen los intermediarios que venden los ladrillos en los corralones”.

Sobre esta desmesura, explica que el papel de los intermediarios es clave para entender la realidad del sector, porque son quienes, a través del acopio de material, se constituyen en formadores de precios.

Los intermediarios, entonces, son la principal problemática del sector, pues compran la producción a un valor extremadamente bajo en la boca de horno, a un valor de 15 mil pesos los mil ladrillos, y luego la venden a 27 mil pesos.

“Otra de la problemática que tenemos es la figura de los patrones ocultos –continúa–, que son aquellos dueños de los hornos que tienen a los compañeros trabajando en negro y a veces indocumentados». En este contexto, desde Uolra ponen especial atención al combate del trabajo infantil, defendiendo el derecho de los niños de asistir a la escuela y no trabajar.

En esta línea, Uolra firmó recientemente un convenio con la UGT- FICA, una organización gremial de trabajadores de la construcción de Catalunya, mediante el cual encararán acciones en materia sindical y de cooperación para atender cuestiones como el trabajo informal, el trabajo infantil y el trabajo de personas migrantes, entre otras.

En Jujuy existen 2400 familias ladrilleras. La necesidad urgente del sector es que el gobierno provincial elabore un registro exhaustivo de los ladrilleros y que el Ministerio de Trabajo identifique a los dueños de la producción.

Pero la cosa no termina allí. Aun si se hiciera un relevamiento como ese, es preciso que se tomen decisiones políticas activas para proteger e incentivar la actividad. La más importante, que se sancione una ley que incentive la compra del ladrillo jujeño, ya que mayoritariamente la obra pública que realiza el estado provincial lamentablemente compra de Salta, Bolivia o Paraguay, según detalló Tisera.

Economía familiar y popular

Un estudio de la Universidad Nacional Arturo Jauretche revela las principales características, las problemáticas actuales y los desafíos de la actividad ladrillera en el país. Bajo una mirada de producción en la economía popular, el estudio abarcó a 14 provincias durante la pandemia y reveló el impacto que tuvo el coronavirus en la actividad, que se refleja tanto en la emergencia de nuevas problemáticas como en “el agravamiento de situaciones preexistentes, complejizándose las situaciones laborales y familiares atravesadas previamente por diversas desigualdades económicas, sociales y de género”.

El estudio afirma que en el caso del sector ladrillero, la mayoría de las unidades productivas se sitúan en zonas periurbanas de difícil acceso y distanciadas de los centros urbanos, donde la vida doméstica y la vida laboral suelen entrelazarse en los mismos espacios y en las que existen altos niveles de informalidad y desprotección social.

También se detalla que la producción del ladrillo artesanal es una de las actividades cuyo producto final compone la cadena de valor del sector de la construcción que se señala como uno de los más afectados por el covid-19.

De acuerdo a datos del sindicato Uolra, la actividad ladrillera involucra a nivel nacional a alrededor de 140.000 familias, la mayor parte de la producción ladrillera se realiza en unidades familiares de pequeña envergadura.

En una situación “normal” –digamos en la prepandemia– el promedio mensual de unidades producidas por las familias de las comunidades relevadas era de 25.000 ladrillos.

El estudio indica que solo alrededor de un tercio de las familias ha accedido a cobrar el IFE y poco más de la mitad de ellas o bien fue rechazadas o bien no lograron inscribirse. Cerca de un 15 por ciento de quienes respondieron la encuesta desconocían la situación de las familias de su barrio u organización en relación al acceso a ese beneficio.

Desafíos urgentes

El escenario actual en materia económica, social e incluso sanitaria ha dejado maltrechos a muchos sectores productivos, mientras del otro lado se verifican formidables ganancias en el sistema financiero y algunas industrias de carácter monopólico.

La intervención decidida del Estado mediante políticas públicas aparece como la herramienta fundamental para balancear semejante desequilibrio. En principio, debe generar sinergia entre las líneas de acción de los distintos ministerios, algo que no parece estar sucediendo.

En el sector que estamos observando esta semana, surge como increíble que todavía no exista en ningún ámbito del Estado un registro de dueños de los hornos de producción de ladrillos a baja escala, ya que detrás de esa pequeña estructura se encuentran miles de familias desprotegidas. Un sector donde la desigualdad se profundiza dejando a ciudadanos y ciudadanas argentinas sin la oportunidad de acceso a servicios básicos y, por tanto, lejos de una vida digna.

Voluntad política y creatividad en la gestión pública deben ser el motor de esta nueva etapa en la que la única grieta que importa, la que existe entre pobres y ricos, parece haber crecido peligrosamente.

El estudio

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