Varones en aislamiento: Nuevos roles y propuestas para frenar la violencia machista

Por Florencia Gordillo, en Latfem. La permanencia en el hogar pone en tensión los roles históricamente asignados a los varones: pierden su rol de proveedor, su lugar en el espacio público, y por último la autosuficiencia. El aislamiento aparece entonces como la oportunidad de desarrollar nuevos roles. Pero también, si la masculinidad se quiebra, pueden aumentar los niveles de violencia. Cómo trabajan con potenciales agresores en el Centro de Varones de la provincia de Córdoba. En una semana atendieron por primera vez casi la misma cantidad de varones que reciben en un mes, un reflejo de cuánto aumentó la violencia en los hogares.

Los varones están ahora en un territorio que históricamente fue ajeno para ellos: el hogar. Hace una semana que familias enteras permanecen en sus viviendas en todo el país por el aislamiento social, preventivo y obligatorio que dispuso el gobierno nacional para prevenir la propagación de Covid-19. El encierro es uno de los factores que puede potenciar las violencias machistas.

ONU Mujeres difundió estos días el documento Covid-19 en América Latina y el Caribe: cómo incorporar a las mujeres y la igualdad de género en la gestión de la respuesta a la crisis. Entre las 14 recomendaciones que dan a los Estados, proponen “asegurar la continuidad de servicios esenciales para responder a la violencia contra las mujeres y niñas y “desarrollar nuevas modalidades de brindar servicios en el contexto actual”.

¿Qué mecanismos activó el Estado nacional para brindarles respuestas a niñas, niños, adolescentes, mujeres, lesbianas, travestis, trans que convivan con potenciales agresores?

Y a los varones, ¿qué herramientas les ofrecen para el desarrollo de nuevos roles en el hogar o para frenar a tiempo la violencia machista?

Por el momento, en lo que respecta al territorio argentino, una de las pocas iniciativas que da respuesta a esta pregunta está en Córdoba. Dependiente del Polo Integral de la Mujer, el Centro Integral de Varones empezó a trabajar en 2016 para tratar a varones que ejercen o ejercieron violencia en relación al vínculo de pareja. Ellos pueden ir de manera voluntaria, aunque la mayoría llega por orden judicial, como medida cautelar en el marco de la ley de violencia familiar. Su modelo de gestión se estructura en torno a áreas de asistencia, capacitación y trabajo interdisciplinario.

En el Centro Integral de Varones en situación de violencia de Córdoba ingresan aproximadamente 240 nuevas consultas por mes, según informaron a Latfem para esta nota. Desde que inició la cuarentena obligatoria hasta este jueves 26 de marzo, recibieron 250. En una semana atendieron por primera vez casi la misma cantidad de varones que reciben en un mes, un reflejo de cuánto aumentó la violencia en los hogares.

Ante el crecimiento de la violencia, desde el Centro de Varones lanzaron una campaña para hablarles específicamente a ellos, a los violentos y agresores: “En este contexto de aislamiento social es importante manejar el enojo y prevenir la violencia. Si necesitás ayuda, comunicate al 351 3070929 (WhatsApp) o al 0351 4342188/89”.

Muchos varones escriben para contar que están mal y preguntan qué pueden hacer.

Los datos del Ministerio provincial de la Mujer afirman que la violencia va en aumento: realizan un promedio de 300 intervenciones diarias desde que comenzó el confinamiento domiciliario obligatorio. Del total de llamadas, el 39% son consultas, 35% denuncias y 26% pedidos de asesoramiento y contención. De las denuncias, el 66% corresponden a violencia de género, abuso sexual y violencia familiar; el 23% a violaciones a las medidas de restricción; y el 11% a situaciones de violencia cometidas sobre terceros, sean vecinos, amigos o conocidos. Además, informaron que en la primera semana de confinamiento se realizaron 70 actuaciones policiales y 25 detenciones.

Por su parte, la Brigada de Protección a la Mujer interviene en activación de botón antipánico, y en las situaciones de crisis y emergencia, indica las medidas de autocuidado y resguardo (alojamiento, ayuda económica, alimento), y realiza acompañamiento y contención.

En este período de cuarentena los profesionales realizan las entrevistas a quienes consultan por primera vez, averiguan si hay denuncias previas y mantienen el contacto a través de llamados para evaluar el riesgo. Además, continúan con el seguimiento de los varones que ya habían iniciado un proceso en el centro. Con cada uno de ellos evalúan si hubo situaciones de tensión o malestar, cómo atraviesan el momento y cómo responden ante cada situación. Cada uno tiene una ficha que contempla una valoración de riesgo. Así identifican a las personas con mayor riesgo de cometer actos violentos, en relación con los que registran riesgo leve o moderado. Focalizan primero en quienes representan riesgo alto.

El director general del centro, Pablo Rivarola, asegura que con articulación entre la Policía y la Justicia se dirigen a los hogares cuando se presenta una situación de violencia. “Cuando hay situaciones de alerta vamos hacia el hogar. El botón antipánico sigue funcionando. Actuamos igual que sin aislamiento porque estas son situaciones de emergencia. Cargamos la información en conjunto con el Polo y el equipo que trabaja con víctimas de violencia. Así se puede ver con qué varón estamos trabajando nosotros, como a la inversa”, dice Rivarola, en diálogo con Latfem.

El centro busca que quienes pasen por el programa “puedan revisar sus creencias y prácticas sobre la manera de ejercer su masculinidad, que es dañina para sí mismos, su pareja, sus hijos e hijas y entorno”.

Aseguran que en esta situación de aislamiento obligatorio aumentaron los factores de riesgo para el ejercicio de la violencia porque no hay actividad laboral entonces muchos de los varones se ven afectados por el recorte de ingresos y lo económico aparece como uno de los elementos que genera tensiones. “Por eso en la campaña aparece el mensaje del enojo. No es que se produzca enojo hacia alguien sino que reconocemos frustración alta. Aparece mucho en los relatos: no saben qué hacer, los vencimientos, las cuotas, las tarjetas, la comida”, explica Rivarola y aclara que también influye el cese de actividades deportivas, de distracción o de socialización”.

El aislamiento como factor de riesgo

El enojo y la violencia aparecen entonces como características naturalizadas en los varones, que durante la cuarentena pueden potenciarse porque otros factores afectan la masculinidad: quedan en tensión frente a la permanencia en el hogar y pierden su rol históricamente asignado como proveedores de familia.

“El encierro afecta la subjetividad masculina en no hacer consciente la fragilidad y la vulnerabilidad ante una situación que escapa de nuestro control, que implica habitar lo doméstico de manera permanente y tener que acatar una ley que se pone cada vez más rígida en términos de exigir obediencia, que los varones no acostumbramos a aceptar fácilmente”, dice a Latfem Luciano Fabbri, integrante del Instituto Masculinidades y Cambio Social.

El psicólogo Ignacio Rodríguez identifica tres factores que tensionan la masculinidad: “El aislamiento altera la dinámica familiar y doméstica y esto trae conflictividad y tensión. Lo que no es una consecuencia necesaria es que esa conflictividad se resuelva violentamente. Sí podemos prever algunos factores que favorecen las tensiones y la violencia pensándolo desde una sociedad patriarcal. En ese sentido, el aislamiento para el varón implica la pérdida de roles o características históricamente asociadas a la masculinidad. La pérdida de su rol de proveedor, la pérdida de su lugar en el espacio público, y por último la pérdida de la autosuficiencia”.

“Pensarse en este aislamiento puede abordarse no únicamente desde los privilegios perdidos sino desde la oportunidad de desempeñar otros roles. Ser agente del cuidado de sí mismo y de otres, compartir la crianza, asumir la responsabilidad compartida en las tareas domésticas puede ser un desafío y un aprendizaje, pero no por eso menos necesario. Roles y funciones que este mismo sistema patriarcal asignó a las mujeres y que este aislamiento fuerza a redefinirlo. Entre tanta ansiedad, angustia e incertidumbre que la situación de crisis sanitaria genera, está la oportunidad de trabajar en pos de la equidad no solo desde lo conceptual sino haciendo cuerpo de eso y construir relaciones de pareja más justas, cooperativas y de responsabilidades mutuas”, agrega.

Rodríguez integra también el Instituto Masculinidades y Cambio Social. Hasta el año pasado fue coordinador grupal del dispositivo de varones del Instituto municipal de la Mujer de Rosario.

¿Qué experiencias similares hay en el país?

El Instituto Masculinidades y Cambio Social inició un relevamiento como primer paso hacia la construcción de un mapeo de espacios de trabajo sobre masculinidades con varones en Argentina. El objetivo es centralizar y socializar un recursero de contactos y herramientas disponibles a nivel federal, y promover instancias de coordinación, articulación y trabajo en red.

Según los datos preliminares identificaron las siguientes políticas direccionadas a varones: en Neuquén cuentan con la Dirección de Masculinidades, dentro de la subsecretaría de mujeres y el Hospital Rincón de los Sauces que tiene un consultorio individual y talleres; en Mendoza figura el Programa de intervención para hombres condenados y procesados por violencia hacia las mujeres del servicio penitenciario de la provincia; en La Pampa también hay un dispositivo, que depende de la Dirección de políticas de género y diversidad de la municipalidad de Santa Rosa.

Las experiencias restantes son en Buenos Aires: hay dispositivos para varones dependientes del municipio de Almirante Brown; un programa de tratamiento grupal para varones con conductas violentas y la dirección de políticas de género de la subsecretaría de inclusión social en San Martín; y la Dirección Municipal de Políticas de Género, Autonomía y Fortalecimiento para la salida de las violencias, que depende de la nueva Secretaría de mujeres, género y diversidad en Lomas de Zamora.

“Las experiencias están sueltas. No son experiencias de políticas públicas integrales o sistemáticas que estén siendo monitoreadas, evaluadas para saber cuáles son los efectos de estos dispositivos de atención a varones agresores y qué grado de nexo tienen con los dispositivos de acompañamiento para mujeres agredidas desde una línea relacional: cuáles son las fuentes desde las cuales se chequea la evolución de esos varones agresores o si hay alguien que además esté trabajando con sus agredidas”, dice Fabbri.

El relevamiento de las experiencias servirá para evaluar cómo esos dispositivos dialogan con otras políticas vinculadas a la prevención, la promoción y la sensibilización. En ese sentido, Fabbri asegura que “no estaría siendo suficiente para frenar la violencia ni transformador para crear una vida libre de violencias que las políticas públicas solo estén destinadas a la asistencia de víctimas cuando la violencia está consumada”.

Entonces, ante la prevención de la violencia surge una pregunta clave: ¿Es posible dejar de ser un varón violento?

“Primero hay que desarmar lo violento como una definición del ser y ubicarlo a nivel del acto. Es decir, si un varón puede dejar de ejercer violencia. No hay receta aplicable a un universal, en que pongamos a todos los varones como plausibles de que dejen de ejercer violencia. Pero si apuntamos a la violencia desde el hacer y no del ser, se puede empezar a trabajar en otras modalidades de relación que excluyan la violencia. La violencia es aprendida (y aprehendida), por lo tanto, puede desaprenderse. Sin embargo no se trata de enseñar a no ejercer violencia, sino de confrontar al varón con su propia historia y la construcción de su identidad y que pueda ahí descubrir aquellos patrones que hoy lo hacen actuar violentamente. Eso implica una interpelación que por sí mismo tiene efectos subjetivos para erradicar o disminuir los niveles de violencia”, explica Rodríguez.

Además de asumir responsabilidad en las tareas domésticas, queda saldar la deuda con las mujeres que ante el cese de las tenencias compartidas quedaron solas en el cuidado de sus hijes. Mantener el contacto, asegurarse que estén bien y tengan las necesidades básicas cubiertas son trabajos que también le corresponden a los varones. Ahora es cuando.

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