Hace unos meses, el Equipo de Infancia de Amnistía Internacional España alertaba de que la situación de los menores atrapados en Gaza, donde se han reanudado los bombardeos israelíes desde el martes 18 de marzo, es “extremadamente crítica” debido a la escalada de violencia, la falta de recursos esenciales y el colapso de las infraestructuras básicas.
Según relatan, la violencia ha desplazado a 1,9 millones de personas, de las cuales casi la mitad son menores, quienes enfrentan condiciones precarias en refugios temporales con riesgos elevados de enfermedades.
El pasado julio de 2024, el informe de la Representante Especial del secretario general para la Infancia y los Conflictos Armados resaltó que el uso de armas explosivas en áreas densamente pobladas incrementa las víctimas infantiles y destruye hospitales y escuelas.
Las restricciones humanitarias, junto con la escasez de medicamentos y la saturación del sistema de salud, ponen en peligro la vida de los niños y las niñas heridos y enfermos crónicos, mientras que el acceso limitado a agua potable y saneamiento agrava los riesgos sanitarios.
Por otra parte, el Comité sobre los Derechos del Niño denunciaba en septiembre de 2024 que los ataques israelíes iniciados en octubre de 2023 contra objetivos civiles en Gaza habían causado hasta ese momento la muerte de casi 17.000 niños y niñas y herido a más de 6000.
Esto significa que han muerto más menores que adultos desde que dieron comienzo los ataques de Israel contra el pueblo gazatí.
El informe igualmente señalaba que al menos un millón de niños y niñas habían sido desplazados, 21.000 están dados por desaparecidos, 20.000 han perdido a uno o ambos progenitores, 17.000 se encuentran solos o separados de sus familias y 3500 están en riesgo de muerte por falta de alimentos.
Sin habla
Por otra parte, los efectos de la guerra en la infancia son devastadores y de largo alcance. Uno de los problemas psicológicos más alarmantes es la pérdida del habla, un trauma que puede manifestarse como mutismo selectivo o pérdida total de la capacidad de comunicarse, ya que los menores recurren al silencio como un mecanismo de defensa.
Además, más del 50% de los niños y niñas en Gaza presenta signos de trastorno de estrés postraumático (TEPT), ansiedad o depresión, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin tratamiento, estos problemas de salud mental pueden afectar su desarrollo emocional, social y académico.
El conflicto ha interrumpido la educación de más de 625.000 menores, debido a la destrucción de escuelas y a la violencia constante, limitando su acceso a una educación fundamental. La falta de un entorno educativo seguro no solo impacta su desarrollo, sino que perpetúa ciclos de pobreza y falta de oportunidades.
Además, la escasez de alimentos y agua potable ha llevado a un aumento alarmante en la desnutrición infantil. Se estima que uno de cada seis en Gaza sufre de desnutrición, lo que representa un riesgo serio para su desarrollo físico y cognitivo.