La senadora por Jujuy, Vilma Bedia de La Libertad Avanza en las últimas horas despidió a tres trabajadores que prestan servicio de asesoramiento al advertirle sobre la inconstitucionalidad de un proyecto que pretendía eliminar la estabilidad laboral del Estado.
Mientras tanto, sigue con su Pyme familiar en la Cámara alta con su hijo con categoría A-1 y otros parientes. El despacho es un negocio personal.
El hecho fue que la pastora evangélica, se convirtió en senadora hace 15 meses por esas cosas del destino, protagonizó un escándalo: Ordenó el apartamiento de tres asesores que cometieron un “error”, manifestaron que su proyecto era inconstitucional.
Los trabajadores señalaron con fundamentos jurídicos que el proyecto de Bedia -que pretendía barrer con la planta permanente del Congreso y eliminar la estabilidad del empleo público- era lisa y llanamente inconstitucional. Lo dijeron con base en el artículo 14 bis de la Carta Magna y en la Ley 24.600. Lejos de agradecerles, la legisladora los sacó de su despacho y pidió su inmediata desafectación.
La escena es grotesca. Asesores sentados durante horas en un banco esperando ingresar a su lugar de trabajo. Un despacho convertido en feudo. Y una legisladora que, cuando recibe una crítica interna, responde con censura y persecución.
El gremio APL ya tomó nota. La vicepresidenta Victoria Villarruel también. Pero el silencio es, por ahora, ensordecedor. ¿Hasta cuándo el Congreso tolerará este tipo de atropellos?
Vilma Bedia se está convirtiendo en un caso testigo de cómo el poder, cuando no encuentra frenos internos, se transforma en abuso. No es libertad. Es prepotencia institucional.