Acoso escolar: «A los padres les cuesta pensar que su hijo puede ser el agresor»

Cada 2 de mayo se conmemora el Día Internacional Contra el Acoso Escolar, establecido por la Unesco en 2013 para prevenir y combatir un problema que afecta a millones de alumnos y alumnas de primaria y secundaria en todo el mundo y que causa al menos 200 muertes en forma directa cada año.

Romina Tarifa, licenciada en Psicopedagogía, advirtió en diálogo con El Submarino Radio (FM Conectar 91.5) que el acoso escolar o bullying es una problemática «muy vigente» y que la situación, «lejos de mejorar, está empeorando». Y se refirió al rol del hogar, de la escuela y del Estado en el abordaje de la violencia, incluso en relación a las redes sociales.

«Cuando hablamos de acoso escolar, nos estamos refiriendo a que niños, niñas y adolescentes que están escolarizados, en el nivel primario o secundario, establecen una relación de violencia a través del acoso, que puede ser físico, verbal o digital, a través de las redes sociales», explicó la especialista.

Para que una situación de acoso sea considerada bullying, aclaró, «la violencia tiene que ser intensa y regular en el tiempo, repetitiva, constante».

Para Tarifa, el acoso escolar implica a tres actores: la víctima, el agresor «y un grupo de aliados o espectadores, a veces silenciosos y otras veces apoyando al agresor, que ve que se está ejerciendo violencia y no hace nada».

Cuando el acoso se comete en el ámbito escolar, es clave el rol que juega la institución educativa tanto en la detección del problema como en su abordaje. En este sentido, la psicopedagoga relató un caso reciente que se produjo en la provincia de Buenos Aires y constituye un precedente a tener en cuenta, al que describió como «un caso bastante complejo en el tiempo y en las consecuencias que tuvo».

«En una escuela de gestión privada, estudiantes y familias de víctimas de violencia han denunciado a la institución educativa. Se comprobó que hubo más de cinco años de hostigamiento, con consecuencias psicológicas graves, y la víctima logró que la justicia reconozca que la institución educativa fue responsable de eso», relató.

A su entender, se trata de un antecedente importante «porque antes nunca había pasado que se llegue a denunciar y que la justicia intervenga y señale a la escuela, la comunidad educativa, como responsable».

En este caso, señaló, la escuela actuó como ese «simple espectador», que al no hacer nada para evitar la situación de violencia se convirtió en cómplice.

Tarifa amplió: «La violencia no se da únicamente en la escuela. La vivimos en la calle, en las redes sociales, dentro de las familias. Entonces la escuela no es responsable de crearla o fomentarla, pero sí tiene responsabilidad a la hora de ser indiferente y de no intervenir para proteger, en este caso, a las víctimas».

La especialista llamó la atención sobre el hecho de que en estos casos «todos los actores protagonistas son chicos, menores de edad, que están creciendo». En este sentido, remarcó que «mientras más temprano se identifiquen estas conductas y se intervenga como corresponde, las personas pueden cambiar, sobre todo cuando son chicos, para que ya no ejerzan este tipo de violencia».

El Estado

Si bien el acoso entre niños y adolescentes suele darse en el ámbito escolar, para Tarifa hay un contexto general que contribuye a que se den este tipo de situaciones.

En esta línea, mencionó la desaparición del Inadi, el Instituto Nacional Contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo, por decisión del presidente Javier Milei. «Este no es un dato menor, porque en muchos casos la violencia entre pares implica una cuestión racista, de clase, de discriminación, incluso de identidad de género», indicó.

«Que el Estado minimice el hecho de que la discriminación existe y es una forma de violencia, es dar una especie de permiso para que discriminemos. Y los chicos reciben el mensaje de que no está mal discriminar, no está mal excluir», advirtió.

A esta negación de la discriminación como una forma de violencia por parte del Estado, se suma la propia figura del Presidente. «Lo hemos visto todos a través de los distintos medios, formales e informales, cuando él mismo expresa violencia y discriminación hacia todos, hacia las mujeres, hacia las personas con discapacidad, hacia las personas que no somos blancas», planteó Tarifa.

Y continuó: «Eso es el modelo. Pensemos en los chicos que están creciendo y dicen ‘ese es mi presidente, si lo puede hacer él, que tiene mayor poder en el país y ejerce violencia, entonces está bien'».

Lo importante, señaló Tarifa, es evitar «que los chicos piensen que la única forma de convivir, relacionarse y comunicarse con sus pares es a través de la exclusión, la violencia y el menosprecio del otro».

«No queremos que el Estado intervenga cuando ya hay un chico que está en el hospital o con problemas graves de salud mental. Hay que pensar en programas educativos de concientización para prevenir», señaló.

En casa

«Antes se pensaba que estas peleas o este hostigamiento entre los chicos era una cuestión que debían resolver ellos -repasó Tarifa-. Con el paso del tiempo, el compromiso y otra mirada a la problemática, hoy entendemos que los adultos tenemos que intervenir. Los docentes, directivos, padres, Estado, medios de comunicación».

Por otro lado, resaltó que «cuando se habla de esta problemática lo primero que piensan los padres es ‘mi hijo puede ser víctima’, pero les cuesta mucho pensar que su hijo puede ser el agresor».

En este punto, planteó que hay responsabilidad desde el hogar en los valores y conductas que se establecen en los chicos, que después ellos reproducen en la escuela. «Si en la casa no discriminamos a una persona por el color de piel o por su clase social o por su identidad de género, eso se debería reproducir en la escuela de la misma forma», sostuvo.

«Yo soy muy crítica porque en Jujuy somos muy racistas. Hay una cuestión racista enorme que nos cuesta reconocer. En muchos casos de bullying, uno empieza a investigar y encuentra que hay una cuestión de discriminación racista, clasista -comentó-. Chicos que dicen ‘mi papá tiene más plata que vos, entonces yo valgo más que vos’, o ‘mi zapatilla tiene marca y la tuya no’. Ni hablar de la identidad de género, de los chicos o de las chicas homosexuales, la discriminación que sufren».

Incluso cuando se detecta una situación de acoso escolar, el abordaje a veces se complica por la reacción de los padres. «Las instituciones educativas tienen algunas normativas en cómo seguir, pero es complejo porque llaman a los padres del chico que está cometiendo esa violencia, pero los padres no van», reveló Tarifa.

«Algunas veces como sociedad le exigimos a la institución educativa, está bien que lo hagamos, pero también tenemos que reconocer que existe una familia, que existe un Estado, la justicia», señaló.

En este sentido, la psicopedagoga marcó como clave el rol de los padres en el hogar. «Los adultos responsables de los chicos tenemos que dialogar mucho con los niños, niñas y adolescentes. Preguntarles cómo les fue en la escuela, qué hicieron, que ellos puedan contar en el día a día qué vienen haciendo. Pero si los padres estamos preocupados y no tenemos diálogo con los chicos, difícilmente vamos a poder detectar si son víctimas o son estos agresores», indicó.

Esto es así porque, advirtió, «cuando hablamos de situaciones de violencia, estamos hablando de que hay ciertas dificultades a la hora de comunicarse, de acordar y de convivir con un otro; hay una incapacidad de tener el poder de la palabra».

«Algunas veces estos casos de violencia comienzan con pequeñas diferencias, o conflictos, o malos entendidos, que después se van complejizando y terminan en situaciones de más violencia -continuó-. Es cuando hay dificultad para decir ‘esto me molesta’ o ‘te pido disculpas’ o ‘busquemos ayuda'».

Y completó: «Tanto a los adultos como a los chicos nos está costando darle la importancia que tiene a la palabra, y vamos más a los gestos, a las agresiones».

En las redes

La violencia digital, ejercida en las redes sociales, está directamente ligada con ese clima de agresión en el que están inmersos los chicos, que puede contribuir a generar situaciones de acoso escolar.

«La violencia que se está viendo hoy en las redes sociales antes se minimizaba, pero hoy quizá un golpe físico duele menos. Porque afecta a la salud mental que constantemente personas le demuestren odio, discriminación, exclusión, a chicos que están creciendo, que están formando su quién soy, quién quiero ser», puntualizó Tarifa.

Para la especialista, a pesar de estos riesgos, es necesario hacer «un mejor uso» de las redes sociales. «Antes teníamos que esperar que nos llegue el diario a la casa o esperar para enviar una carta. Hoy tenemos otras ventajas. Pero la violencia en la cultura digital es muy potente, y más aún en este momento en Argentina, donde parece que todo está permitido», comentó.

«Cualquiera de nosotros está desprotegido y con posibilidad de ser una futura víctima», advirtió.

Por otra parte, sugirió tener cuidado con cómo nos comportamos en las redes sociales, a partir del principio por el cual Internet no tiene derecho al olvido. «Lo que yo publico deja de ser mío y puede ser de todos y aparecer en cualquier momento y en forma descontextualizada», afirmó.

«Todo lo que pasa en la cultura digital se complementa y se reproduce en el día a día, en el contacto presencial, más físico. No se queda ahí. Esa violencia se reproduce», enfatizó.

En este sentido, contó el caso de un hombre que el año pasado asesinó a su expareja. «Él era un hombre de unos 35 años que en Facebook se mostraba tal cual era, como pensaba y sentía. Constantemente publicaba memes donde se burlaba de la mujer. Esa persona ya ejercía violencia simbólica hacia las mujeres porque no creía que la mujer tuviera los mismos derechos que él. Entonces, a mí no me asombró que terminara en un femicidio».

De todos modos, aclaró que «no todos nos mostramos tal cual somos en las redes sociales».

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